De la lástima a la compasión

En ocasiones, podemos confundir los términos “lástima” y “compasión”, lo que puede llevarnos a tomar decisiones o actuar de manera inapropiada. Es crucial entender la diferencia entre ambos conceptos para poder ofrecer un apoyo adecuado a quienes lo necesitan. En este artículo, exploraremos la distinción entre lástima y compasión y cómo aplicar cada uno de ellos en diferentes situaciones.

Lástima y Compasión

Hoy me interesa hacer una distinción que considero muy importante, pues muchos de nuestros actos y juicios provienen de una confusión común: lástima y compasión. No solo se trata de dar, sino también de por qué das.

Muchos de los grandes malentendidos del ser humano ocurren por tomar como sinónimos palabras que no lo son. Mientras la distinción no sea hecha y difundida, el malentendido continúa siendo tomado como el significado correcto.

La Lástima

La lástima parte desde una postura de superioridad: yo soy superior en algún aspecto (moral, económico, etc.) y desde esa postura le doy ayuda a la persona o personas que me causan lástima. Me hace sentir bien conmigo mismo, pues al darles soy “bueno” y soy superior a ellos, puesto que ellos “necesitan” de mí. Cuando siento lástima por otra persona, la veo pequeña e incapaz de manejar sus circunstancias, no reconozco su dignidad y mi relación con ella se basa en lo bien que me hace sentir ayudarla. Hasta cierto punto, me es útil que siga en donde está, pues me permite sentirme constantemente mejor que ella al poder ayudarla constantemente.

Sobre la base de la lástima funcionan muchos grupos “altruistas” que sirven para hacer sentir bien a la gente que participa en ellos por ir cada semana a darle algo a las personas menos favorecidas. La idea no es que salgan de su situación; si salieran de ella, ¿luego qué haríamos? La lástima es buena para publicitar a la gente lo buenos que somos.

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Sobre la base de la lástima también funciona mucha de la labor social política: le doy al pobre para que ellos y los demás vean lo bueno que soy y voten por mí, pero ¡Dios no permita que progresen! ¡Se nos acaba la materia prima! Esto también aplica a muchas agrupaciones sociales religiosas. Darles a los pobres, a los enfermos, a los que sufren es bueno para blanquear nuestras consciencias.

Sobre la base de la lástima también operan los mendigos en todo el mundo, valiéndose de ella para conseguir que las personas les den unas monedas y se sientan bien por habérselas dado.

La Compasión

La compasión es algo enteramente diferente. La compasión reconoce a la persona que la causa como un igual y puede reconocer el sufrimiento ajeno como propio. Se siente no solo con el desafortunado, sino en todo momento que reconocemos que todo aquello que una persona siente lo he sentido yo: ira, tristeza, desesperanza… Nada humano me es ajeno, como escribiera Publio Terencio Africano. Reconozco la dignidad y la grandeza de las demás personas y desde esa plataforma actúo.

Por compasión, apoyo a que las personas resuelvan su problema; me interesa que salgan de donde están, cualquiera que sea esa situación. Por compasión, no doy la solución, sino que apoyo a encontrar una. No doy, sino que los llevo a donde hay; no les doy el pescado, sino que les enseño a pescar, y en transformación, además, les enseño a enseñarle a otros a pescar.

Cuando actúo por compasión, no busco solucionar una situación momentánea, sino participar en la solución definitiva del problema.

La lástima funciona de arriba a abajo, de un sentimiento de superioridad hacia lo que se ve como inferior; la compasión se mueve horizontalmente, en un espíritu de fraternidad y solidaridad.

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¿Qué es más útil a las buenas consciencias, a las instituciones, a la corriente de cómo opera el mundo? Yo opino que la lástima.

¿Qué es lo que puede hacer una diferencia en el mundo? Yo creo que la compasión.

Bernardo Villar
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