Por Bernardo Villar
Bueno, en realidad no tienes que cumplirlos. En serio. No los cumplas si no quieres. Nadie va a obligarte. Ok, tal vez haya quien te obligue, dependiendo del tipo de acuerdo que planeas no cumplir, pero en la mayoría de tus acuerdos, nadie va a obligarte. Anda, no los cumplas si no quieres.
Todo acuerdo es también una historia. Una historia en la que dos o más partes se comprometen para que ocurra de cierto modo. Toda la vida del ser humano es una red de acuerdos. La sociedad, la cultura, los valores, las leyes, los derechos no existen por si mismos, sino que son acuerdos hechos entre individuos y grupos humanos en el lenguaje. Algo que pocas veces nos paramos a observar es que nosotros mismos somos un acuerdo: Yo soy quien digo ser y enrolo a mi mundo en que lo soy. Es decir, yo me invento una historia sobre quién soy y consigo que los demás estén de acuerdo con que en verdad esa historia es quien yo soy. Yo soy mi palabra.
Como yo soy mi palabra, la honro. El desempeño de cada ser humano depende de su capacidad para generar y cumplir sus acuerdos. Dentro de las relaciones sociales, una persona que consistentemente cumple sus acuerdos es una persona que es vista como confiable y su desempeño aumenta. Una persona que constantemente rompe sus acuerdos pierde la confianza de los demás y su desempeño disminuye.
Es un asunto de integridad. Si yo soy mi palabra y la honro, estoy completo. No me falta nada y no le quito nada a los demás. Sin embargo, cuando no la honro, es como si me quitara algo a mi mismo, y le quito a las personas con las que incumplo el acuerdo. Si yo no cumplo mis acuerdos, no se puede tener certeza que también cumpla el acuerdo que es quién yo soy.
Y no se trata tampoco de ser tomados rehéesn de nuestros acuerdos, sino de actuar de modo tal que se preserve nuestra integridad, honrando nuestra palabra.
Los acuerdos pueden negociarse, pueden incluso cancelarse, pueden hacerse acuerdos nuevos y mantener nuestra integridad intacta. Solo hay que hacer las cosas de tal modo que todos ganen, no buscar tan solo salirnos con la nuestra.
Éstos son los pasos para preservar la integridad de nuestra palabra (y con ella, la integridad de quienes somos)
- No te hagas acuerdos que no pienses cumplir. Muchos de los acuerdos rotos son acuerdos que se han hecho a la ligera, sin que de verdad haya un interés por hacerlos cumplir. Por lucir bien ante los demás muchas veces acordamos hacer cosas que no tenemos la intención de cumplir. No se trata de solo comprometerse a la segura, sin riesgo, se trata no hacer un acuerdo sin tener el compromiso de hacerlo cumplir. Un acuerdo sin compromiso es un acuerdo que difícilmente se verá cumplido.
- Si hiciste el acuerdo, cúmplelo. Haz todo lo que sea posible por cumplir en tiempo y forma un acuerdo que has hecho.
- Si te das cuenta que no vas a cumplir en tiempo y forma el acuerdo, avísalo a las partes involucradas y genera un nuevo acuerdo. Lo mismo vale si te das cuenta que no es posible cumplirlo o si sencillamente has cambiado de parecer y has decidido no hacer lo acordado. Pero hazlo antes de que tu palabra se haya roto para mantener tu integridad. Un nuevo acuerdo incluye un nuevo plazo para cumplirlo o sencillamente informar que no lo vas a cumplir porque es imposible o porque has elegido no hacerlo.
- Hazte cargo de lo que genere no cumplir el acuerdo original. La otra parte puede elegir no hacer un nuevo acuerdo contigo, puedes y vas a pagar precios por no cumplirlo, así que párate responsable de tus actos y responde como fuente de lo que creaste al hacer un acuerdo y elegir no cumplirlo.
Date cuenta, no hay acuerdos chicos y grandes, más o menos importantes. Todos los acuerdos que no se cumplen son acuerdos rotos que te quitan a ti y a los demás.
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