Ir contra la corriente es una metáfora poderosa que describe la resistencia, la lucha y, a veces, el desafío de actuar de manera diferente en un mundo que parece tener reglas preestablecidas. Pero, ¿qué significa realmente ir contra la corriente? ¿Es necesario hacerlo? ¿Qué ganamos y qué perdemos al intentarlo?
Entendiendo la corriente
La “corriente” no es simplemente el flujo natural del agua o una metáfora inocente. Es lo que el filósofo Martin Heidegger describió como el “das Man”, o “el uno”: ese conjunto de normas, expectativas y convenciones que parecen regir la vida humana sin que nadie las haya cuestionado. Es un sistema de creencias y costumbres que, aunque no tengan un origen claro, moldean lo que consideramos normal y aceptable.
La corriente está en todos lados:
- En la idea de que los hombres deben proveer y las mujeres cuidar.
- En las normas de género que dictan que el azul es para los niños y el rosa para las niñas.
- Incluso en conceptos aparentemente inocuos, como que los días soleados traen alegría, mientras que los nublados son motivo de tristeza.
Estas ideas no son absolutas ni universales; son conversaciones colectivas que se han adoptado como “realidades”. Sin embargo, reconocer que son solo eso –conversaciones– es el primer paso para cuestionarlas y elegir algo diferente.
Ir contra la corriente: ¿Es realmente la solución?
A menudo se romantiza la idea de ir contra la corriente, de ser ese salmón valiente que nada río arriba desafiando todo lo establecido. Pero, ¿es esta lucha constante realmente efectiva?
La realidad es que ir contra la corriente puede ser agotador. Al igual que el salmón que llega al final de su travesía exhausto y al borde de la muerte, quienes luchan sin tregua contra las normas sociales pueden encontrar resistencia, desgaste emocional y, a menudo, frustración. Entonces, la pregunta clave es: ¿hay otra manera de lograr nuestros objetivos sin desgastarnos?
La corriente como aliada
En lugar de resistir la corriente, ¿qué tal si aprendemos a navegar en ella? Piensa en un velero que, en lugar de enfrentarse al viento y al agua, utiliza ambos elementos para avanzar en la dirección deseada. Este enfoque no se trata de conformismo, sino de inteligencia estratégica. Reconocer la existencia de la corriente y usarla a nuestro favor nos permite ser más efectivos en nuestra búsqueda de un cambio.
Cómo cambiar desde dentro
Si aceptamos que la corriente es inevitable, el reto se convierte en cambiarla desde adentro. Esto implica:
- Reconocer las reglas del juego: Antes de cuestionar la corriente, es fundamental entender cómo funciona. ¿Qué creencias o normas prevalecen? ¿Qué sostiene el sistema?
- Elegir conscientemente: Aunque no podemos escapar de la corriente, sí podemos decidir qué partes de ella queremos aceptar y cuáles podemos transformar.
- Aliarnos con la corriente: Cambiar algo desde dentro requiere aliados. En lugar de enfrentarnos a las personas que siguen las normas, podemos colaborar con ellas para introducir nuevas ideas de manera orgánica.
Ir “contra la corriente” no siempre significa lucha. A veces, significa adaptarnos, fluir y transformar desde dentro. La corriente no es buena ni mala; simplemente es. Pero, si aprendemos a usarla sabiamente, podemos avanzar hacia donde queremos sin desgastarnos en el camino.
La clave está en recordar que somos más que el juego de normas que nos rodea. Aunque la corriente moldea gran parte de nuestra realidad, siempre tenemos la capacidad de elegir cómo queremos navegar en ella. Y esa elección es, en sí misma, un acto de libertad.
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