Puede ser duro enfrentarse a lo que somos y a las elecciones que hemos hecho en nuestras vidas. Pero es a través de este proceso de introspección como descubrimos nuestro auténtico yo. Y, una vez que sabemos quiénes somos, podemos elegir cómo vivir nuestras vidas. Esta es una realización poderosa, que puede ayudarte a superar los retos de tu vida profesional. Al conocer tus valores y prioridades, puedes tomar decisiones que se ajusten a lo que eres, incluso cuando te enfrentes a elecciones difíciles. Es este sentido de autoconciencia el que te ayudará a tener éxito en el trabajo. Puedes elegir quién eres. Veamos a qué me refiero…
El poder de elegir quién eres
“El que nace para maceta, del corredor no pasa”
– Dicho popular
Recientemente he escuchado a varios coaches y facilitadores de talleres hablar sobre “no engañarse con lo que uno es”, “no tener falsas espectativas sobre lo que se puede lograr” y con “aceptar las propias limitaciones”, “gente que vale mil y gente que vale 50” y no puedo evitar inquietarme.
Conceptos como personas con distinto valor han dado pie históricamente a grandes barbaridades (¿se acuerdan de nuestro amigo Adolfo que arrasó con 6 millones de personas que no valían lo suficiente?)
No es difícil encontrar este tipo de “apoyo” que busca que te contentes con quién estás siendo como si fuera parte de tu naturaleza, coaches que hablan de que tus expectativas requieren ser razonables, que solo se puede hacer lo que se puede hacer y que solo puedes alcanzar lo que tu naturaleza te ha predispuesto a alcanzar.
Personalmente considero peligroso pensar que la gente tiene por naturaleza un valor que los define por el resto de sus días. Este concepto proviene de la noción metafísica de que existe un modo en que las cosas (incluyendo las personas) son, y siendo la corriente de pensamiento que ha prevalecido por miles de años, ha sido el fundamento para justificar situaciones como los derechos “divinos” de ciertas personas o familias a decidir sobre los derechos del resto como en los sistemas monárquicos y religiosos, donde claramente es peligroso pensar que yo pueda considerarme por naturaleza igual a un rey o a un sacerdote. Este tipo de pensamiento ha fundamentado el derecho de las culturas occidentales a depredar el planeta y sojuzgar pueblos “inferiores” porque es claro que hay personas que valen 1000 y otras que valen 50 y esas personas que valen 50 no deberian engañarse aspirando a lo que fue hecho para personas de 100, 500 o 1000 de valor.
Defender que yo soy como alguien mas me creó es defender que los pobres son pobres y asi deben quedarse, que los poderosos tienen mayores derechos, que las mujeres deben vivir a la sombra de los hombres, que las minorías son minorías porque valen menos y así podemos seguir un buen rato.
Esta filosofía ha sido cuestionada y enfrentada en el último siglo por otras corrientes de pensamiento centradas en el hombre y las distintas cosas que le dan su categoría de “humano” a este tipo especial de ser. La transformación está fundada en estas filosofías.
La transformación humana está centrada en el ser humano y sostiene que al nacer, salvo las limitantes anatómicas que puede tener, un ser humano puede en potencia convertirse en lo que elija, puedes elegir quién eres pues no existe un modo predeterminado en que la persona es, no existen personas de valor distinto por naturaleza. Las personas aprenden a ser quienes son y como cosa aprendida puede aprender a ser ce cualquier otro modo.
Por supuesto, podemos decir: “pero no todos podemos ser atletas de alto rendimiento”, “No todos podemos ganar un maratón” Por supuesto, hay limitantes físicas que predisponen a algunos a tener un mejor desempeño. A estas personas las vemos ganar olimpiadas, sin embargo todos podemos ser corredores, o nadadores….
¿Es ésto una realidad dura? ¿En verdad puedo lograr cualquier cosa?
Pues habrá cosas que pueda lograr, cosas que no, pero eso no me va a dar mayor o menor valor como persona. La transformación, como todo en la vida es una postura que tomar ante la vida, pero es una postura que da poder, porque en realidad, la mayoría de mis limitaciones son las que yo creo que tengo, y no sabré nunca qué tan lejos puedo ir si no me arriesgo a ir demasiado lejos.
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