Cuántas veces hemos ido al cine a ver una película “basada en hechos reales” y terminamos asumiendo que todo lo que vimos ocurrió cuando la mayoría de las veces los hechos reales en los que se basa es el nombre del perro, la ciudad en la que se lleva a cabo la historia y que a alguien alguna vez le pasó algo parecido. El resto es ficción.
¿Qué tal si te dijera que, aunque basada en hechos reales, tu vida es mayormente ficción?
Nuestra mente hace lo que se supone que haga: piensa, hace juicios, clasifica, crea historias. Lo hace todo el tiempo inevitablemente y terminamos confundiendo los hechos con la historia que nos contamos sobre ellos luego de realizar juicios basados en nuestras creencias e intereses. Así no podemos decir que cómo son los hechos sino cómo nos relacionamos con ellos.
Entonces la vida no es otra cosa que la historia que me cuento de los sucesos que viví, vivo y viviré. Lo pasado es una historia de cómo recuerdo la historia original que inventé sobre los hechos, el presente es la primera versión de una historia sujeta a revisión y el futuro es la historia que me cuento sobre mis aspiraciones y deseos.
Si mi pasado es doloroso o jubiloso, no es por los hechos ocurridos sino por el cuento que me cuento sobre ellos. Si mi presente me satisface o no, depende de la historia que estoy inventando, y del mismo modo mi futuro no será distinto a la historia que me cuente de él: esperanzador o amenazante. Al final todo se trata de el cuento que estoy narrando, solo que la mayor parte del tiempo olvido que no solo soy la audiencia sino que soy yo el narrador y como tal puedo cambiar la historia en el momento que lo desee.
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