Cuando inicié mi proceso de transformación, hace ya más de 16 años, recuerdo que una idea resonaba profundamente en mí: éramos como “Transformers”. Este término, tomado de las famosas películas, capturaba perfectamente el espíritu de lo que estaba viviendo. Incluso, algunos compañeros del proceso crearon camisetas con el icónico logo, una expresión visual de lo que significaba estar en constante cambio. Para mí, esta metáfora tenía mucho sentido, ya que no hablaba de un estado final, sino de la habilidad continua de cambiar de perspectiva, observar el mundo desde nuevas miradas y, en cada transformación, descubrir posibilidades que antes simplemente no veía.
El concepto de “Transformer” evocaba acción, flexibilidad y un compromiso constante con el cambio. No se trataba de llegar a un punto final ni de ser un producto terminado, sino de explorar quién podía llegar a ser en cada momento, rediseñándome continuamente para enfrentar nuevos desafíos y oportunidades.
“Transformado” y el peso de las etiquetas
En los últimos años, he notado que el término “transformado” se ha popularizado para referirse a las personas que han atravesado procesos de transformación personal. Sin embargo, esta palabra siempre me ha causado cierto ruido. Siento que encierra una connotación de separación, como si estableciera una línea divisoria entre quienes han vivido un proceso de cambio y quienes no lo han hecho. Es como si ser “transformado” implicara pertenecer a un grupo exclusivo, una élite de personas que han alcanzado una especie de estado superior o ideal.
Este tipo de narrativa puede ser peligrosa. Nos lleva a pensar en la transformación como un destino, un resultado fijo al que se llega después de completar ciertos pasos. Pero en mi experiencia, los procesos de transformación no buscan eso. No se trata de alcanzar un lugar específico ni de obtener una membresía especial que nos haga mejores o diferentes a los demás. Al contrario, la transformación auténtica tiene que ver con abrir nuevas posibilidades continuamente, con cuestionar quién soy, cómo actúo y qué observo en cada instante de mi vida.
Cuando alguien dice “estoy transformado”, se podría interpretar que esa persona ya llegó al final del camino. Pero, ¿es eso posible? ¿Podemos realmente considerarnos como un “producto terminado”? En mi opinión, la esencia de la transformación está precisamente en reconocer que el camino no termina. Siempre hay más por descubrir, más por aprender y más por rediseñar en nuestra vida.
La diferencia entre transformarte y transformarte continuamente
El propósito de los procesos de transformación no es simplemente convertirte en algo nuevo o mejor. Más bien, se trata de aprender a observar el mundo desde diferentes perspectivas. Cuando logramos esto, nuestros resultados comienzan a cambiar de manera natural, porque nuestra percepción influye directamente en nuestras acciones y decisiones.
Sin embargo, es importante aclarar que este aprendizaje no nos otorga un estado especial ni nos separa de los demás. No somos “más” ni “menos” que quienes no han pasado por este proceso. Simplemente hemos desarrollado una habilidad para cuestionar nuestras propias creencias, hábitos y patrones, y eso nos abre a nuevas formas de vivir y relacionarnos con el mundo.
Decir “estoy transformado” puede ser limitante, porque implica que ya hemos alcanzado todo lo que podíamos alcanzar. Pero la transformación genuina es un viaje interminable. Es una capacidad de renovarnos constantemente, de adaptarnos a las circunstancias y de reinventarnos una y otra vez.
Por qué prefiero “Transformer” a “Transformado”
Volviendo a la metáfora original, me siento mucho más identificado con el término “Transformer” que con “transformado”. Ser un Transformer implica aceptar que el cambio es parte de mi naturaleza, que la transformación es un proceso continuo y dinámico. No soy un producto final; soy una obra en constante evolución. Esto me conecta con una visión mucho más inclusiva y flexible de lo que significa transformarse.
Un Transformer no se separa de los demás ni se eleva por encima de nadie. Más bien, es alguien que está dispuesto a evolucionar todo el tiempo, que entiende que el cambio es parte intrínseca de la vida. Es alguien que, como dice el eslogan de las películas, es “más de lo que ves”. Esta frase me encanta porque encapsula la idea de que siempre hay algo más por descubrir en nosotros mismos.
La transformación, entonces, no es un evento único ni un destino al que llegamos. Es un estilo de vida, una manera de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos. No importa cuántos procesos de cambio haya completado, siempre estoy en camino, siempre estoy en el proceso de transformarme. Y esa es la verdadera magia de todo esto.
¿Transformer o transformado?
La diferencia entre “Transformer” y “transformado” puede parecer sutil, pero encierra una visión completamente distinta de lo que significa cambiar. Mientras que uno habla de acción y posibilidad, el otro puede interpretarse como un estado fijo y final. Por eso, para mí, la elección es clara: prefiero ser un Transformer, alguien que siempre está dispuesto a evolucionar y a reinventarse.
¿Y tú, cómo te percibes? ¿Eres un Transformer en constante cambio o prefieres la idea de estar “transformado”? La respuesta a esta pregunta puede revelarte mucho sobre cómo entiendes tus propios procesos de crecimiento y transformación. ¿Te animas a reflexionar sobre ello?
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