Hacerse cargo de nuestras emociones
¿Te ha pasado que cuando te sientes triste aparece la gente a decirte que no lo estés? ¿O cuando estás enojado todo el mundo quiere que estés sonriendo? ¿Has ido tu con alguien que se siente triste o alguien que está enojado para tratar de sacarlo de ahí y que esté contento? ¿Tu mismo te sientes culpable cuando te sientes triste o enojado como si la transformación se tratara de estar todo el tiempo cortando flores en el campo rodeado de mariposas y unicornios?
¿Quién se inventó eso de “no estés triste”?
A nadie le gusta sentirse enojado o triste, pero aparentemente a menos personas les gusta ver a alguien triste o enojado.
Corremos a consolar, a arreglar el problema, a pacificar a la persona que vemos en estos espacios. Eso está bien, asistir a ver si podemos ser de utilidad para que la persona maneje lo que requiera manejar, sin embargo hay una línea bien fina entre eso y no permitir que la persona realmente pueda pasar por su propio proceso personal.
El enojo y la tristeza son normales, ¿quién puede esperar no sentirse triste ante la muerte de un ser querido? ¿Quién se atrevería a decirle a alguien que no esté triste ante algo así? ¿Quién no va a enojarse si alguien lo asalta y se lleva todo su dinero?¿O si alguien hace algo a un familiar?
El enojo y la tristeza son tan naturales como estar de buen humor. Por supuesto el enojo y la tristeza son malos consejeros, nos pueden llevar a tomar decisiones que no nos funcionen a la larga o a la corta. Pero también la euforia de sentirse muy contento nos puede llevar a hacer estupideces. Y no se trata de entonces estar ecuánimes sin sentir nada.
Cuando reprimimos lo que sentimos no hacemos mas que ponerle una tapa una hoya de presión y en cualquier momento puede reventar y revienta. Las patologías emocionales muchas veces tienen su origen en sentimientos reprimidos.
¿Qué se puede hacer? Nada.
No quiero decir que no se pueda hacer nada, sino que lo que podemos hacer es: optar por no hacer nada. Dejar que el proceso siga y pase nomas cuidando de no se tomen decisiones de las que nos podamos arrepentir. Permitirnos experimentar lo que sentimos y observar como pasa, sin aferrarnos a ello, dejando ir.
Y como observadores de quien está pasando por estos procesos, podemos asegurarnos si se requiere o no nuestro apoyo y dar espacio para que la persona maneje su experiencia.
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