¿Alguna vez has sentido que si esto fuera un juego, no lo estás ganando? No importa qué tanto te entregues, con cuánto corazón lo juegues, lo máximo que pareces lograr es no perder, pero definitivamente no puedes ganar.
Yo te pregunto, ¿De quién es ese juego?¿De quién es el balón de este juego que estás jugando?¿Por qué lo estás jugando?
Recuerdo que cuando era niño, el dueño del balón siempre tenía la ventaja: cambiaba las reglas a su antojo y cuando no ganaba, se llevaba muy molesto su balón; así que, para continuar jugando, aceptábamos que hiciera lo que quisiera ya que era más aburrido no tener balón con qué jugar.
Y la idea era que no ganaras, pues si no, ya no iba a jugar con nosotros el pequeño dictador.
Pues bien, yo creo que algunas veces así pasa en la vida. Nos vemos envueltos en juegos que no planteamos nosotros y tenemos que jugar con las reglas que pongan los dueños del balón. Y lo jugamos porque es lo que se hace en un juego: jugarlo.
Pero en esos juegos no se puede ganar. No están pensados para que nadie mas que el dueño del balón gane.
Y el fin de todo juego es ganarlo. Y divertirnos en el proceso.
¿Qué tal si viene siendo tiempo de decir ya no quiero jugar este juego y moverse a un juego nuevo? Uno que se ha elegido desde el principio y cuyas reglas son las propias. Uno en el que podamos abrir un espacio para que no solo ganemos nosotros sino en el que ganen todos y nos divirtamos en el proceso.
Requiere total responsabilidad y tomar el riesgo de ser irrazonable al decir: ahora vamos a jugar este nuevo juego y enrolar al mundo en que es divertido y todos pueden ganar.
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