De Comités, Bulling y el Síndrome de Estocolmo

El sí­ndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la cual la ví­ctima de un  secuestro, o una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad, y de un fuerte ví­nculo afectivo,1 con quien la ha secuestrado. Se debe, principalmente, a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del secuestrador.1 Según datos de la Federal Bureau of Investigation (FBI), alrededor del 27Â % de las ví­ctimas de 4700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción.1

– Wikipedia

Transformación: Reflexiones y Distinciones: 1
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Villar, Bernardo (Author)
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Todos cargamos con una especie de voz interior que parece empeñada en recordarnos lo difícil que es avanzar, lo innecesario de intentar y lo cómodo de permanecer inmóviles. Esa voz tiene nombres distintos según quien la escuche: algunos la llaman “nardos”, otros “chango”, “nabo” o “cerdo”. Lo curioso es que, en ocasiones, esa voz no actúa sola. Es como si hubiera un comité interno, una junta directiva invisible que se dedica a construir barreras imaginarias para mantenernos lejos de nuestras metas y dentro de lo que conocemos como seguro.

Este comité, lejos de ser un aliado, parece un tirano. Su modus operandi es claro: nos susurra constantemente que no somos lo suficientemente buenos, que nuestras capacidades son insuficientes, que estamos incompletos o incluso que merecemos las dificultades que enfrentamos. Su objetivo es protegernos, pero lo hace al costo de nuestra libertad emocional, convirtiéndose en el principal saboteador de nuestro desarrollo personal. Este comité, disfrazado de prudencia, se encarga de recordarnos que el riesgo no vale la pena, que es mejor no intentar, que conformarnos es más seguro.

El Bullying Interno del Comité: Un Juez Implacable

Lo más cruel de este comité es su habilidad para ser nuestro peor crítico. Cada vez que intentamos salir de nuestra zona de confort, nos enfrenta con un juicio implacable: “¿Quién te crees para intentarlo?”, “Si fallas, será un desastre”, “Mejor quédate donde estás. Estos mensajes no solo minan nuestra confianza, sino que también generan un constante maltrato psicológico que puede ser tan sutil como devastador.

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Este diálogo interno se convierte en un círculo vicioso de auto-sabotaje. Cuando tratamos de avanzar, el comité nos bombardea con pensamientos de duda y miedo. Si decidimos quedarnos donde estamos, el comité nos culpa por no haber hecho más. Así, quedamos atrapados en una paradoja emocional en la que cada decisión parece estar condenada al fracaso.

El Síndrome de Estocolmo Emocional: Amando al Captor

Quizás lo más inquietante de este comité interno es cómo aprendemos a convivir con él. A medida que pasan los años, su voz se convierte en algo tan familiar que la aceptamos como parte de nuestra identidad. Creemos que nos maltrata “por nuestro bien”, que ese juicio constante es una muestra de cuidado o amor propio. Este fenómeno puede compararse con una versión emocional del Síndrome de Estocolmo: amamos al captor porque nos parece que no hay alternativa, que su presencia es normal, e incluso necesaria.

Lo cierto es que esta relación con el comité interno no surge de la realidad, sino de las historias que nos contamos. Este comité está compuesto por creencias limitantes que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida. Algunas de estas creencias se originaron en la infancia, otras en experiencias difíciles, y muchas más simplemente son ecos de opiniones externas que hemos internalizado como propias.

Desafiando al Comité: Más Allá de los Límites Imaginarios

Aunque parezca difícil, es posible romper el control de este comité tiránico. Para ello, el primer paso es reconocer su existencia y observar sus mensajes con objetividad. ¿Qué te dice tu comité cuando intentas algo nuevo? ¿Qué argumentos utiliza para convencerte de que no puedes lograrlo? Al poner estos pensamientos bajo la lupa, comenzamos a despojarlos de su poder.

Lo extraordinario en la vida ocurre precisamente fuera del ámbito de lo razonable. Es decir, más allá de los límites que este comité nos impone. Cuando dejamos de darle tanto peso a sus opiniones, abrimos espacio para tomar decisiones basadas en nuestras verdaderas aspiraciones, no en los miedos que nos han inculcado.

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Aprendiendo a Silenciar al Comité

Silenciar al comité no es cuestión de eliminarlo por completo, sino de aprender a convivir con él desde una nueva perspectiva. Aquí hay algunas estrategias para lograrlo:

  1. Identificar sus mensajes: Anota los pensamientos recurrentes que aparecen cuando te enfrentas a un desafío. Al escribirlos, podrás verlos con mayor claridad y cuestionar su validez.
  2. Reemplazar las creencias limitantes: Por cada mensaje negativo, encuentra una afirmación positiva que puedas repetir hasta internalizarla. Por ejemplo, si el comité dice “No eres lo suficientemente bueno”, responde con “Tengo todo lo necesario para intentarlo”.
  3. Practicar la autocompasión: En lugar de maltratarte por tus errores, trátate como lo harías con un buen amigo: con paciencia, comprensión y apoyo.
  4. Buscar apoyo externo: Hablar con alguien de confianza o incluso un terapeuta puede ayudarte a desactivar los mensajes del comité más rápidamente.
  5. Tomar acción a pesar del miedo: El comité pierde fuerza cuando demuestras, con acciones concretas, que sus advertencias no tienen fundamento.

¿Qué Dice Tu Comité?

El comité interno es una construcción de nuestra mente, una serie de pensamientos y creencias que buscan mantenernos a salvo pero terminan limitándonos. Desafiarlo no es un proceso fácil, pero es esencial para vivir una vida plena y auténtica. La próxima vez que escuches su voz, detente y pregúntate: ¿Realmente esto es cierto? ¿O es solo una historia más que me cuento para no arriesgarme?

Atrévete a cuestionar a tu comité. Más allá de sus limitaciones, se encuentra el camino hacia tus sueños y metas.

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Bernardo Villar
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