Nuestra capacidad de cumplir acuerdos va directamente ligada a nuestra capacidad de vivir en sociedad, ya que ésta se basa en acuerdos de convivencia. Los derechos humanos, las leyes, las reglas de urbanidad no son otra cosa que acuerdos que en su conjunto representan el contexto social e histórico específico en el que nos desenvolvemos. Por supuesto, la mayor parte de ellos ya estaban aceptados cuando llegamos, no nos pidieron opinión, pero son las reglas con las cuales funciona el juego humano en cada contexto particular. No me refiero al UNO que supone una conformidad, sino a reglas básicas de convivencia, de respeto mío hacia otros y de otros hacia mi.
Lo irónico es que pareciera que hay un acuerdo todavía más poderoso en nuestros días: “No cumplas tus acuerdos, no pasa nada”.
Lo que me preocupa de todo esto es que SI PASA ALGO, y para verlo basta checar a nuestro alrededor los precios que estamos pagando por no honrar nuestros acuerdos básicos: las leyes y los derechos humanos para empezar…
Esas consecuencias generales en la sociedad sobre esos acuerdos no cumplidos, son evidentes pero parecen estar afuera de nosotros, ser ajenas y responsabilidad de otros, sin embargo tienen su origen en el contexto particular de cada quien, en el “no pasa nada”, “no tiene importancia” de todos los días. Es un asunto de integridad.
Y recordemos a lo que nos referimos en un contexto de transformación humana como integridad. Entendemos como integridad ese estado en el cual no me falta nada, estoy completo. Si yo soy lo que digo, yo soy mi palabra y por ello la honro, cumplo lo que digo y cuando no puedo hacerlo, me hago cargo de las consecuencias de no haberlas querido o podido cumplir. No estamos hablando de integridad como algo bueno o malo, correcto o incorrecto; solamente como una postura que nos da poder y desempeño en nuestra vida diaria. Si yo estoy completo (íntegro), cumplo mis acuerdos, me relaciono con mi mundo de un modo más eficiente, genero confianza y en ella se basarán mis resultados.
Y me refiero a cumplir mis acuerdos no solo con otros, sino conmigo mismo: yo soy quien digo ser en todo momento, me pongo una meta de cualquier tipo y la cumplo, etc. Me refiero a cumplir los acuerdos existentes (normas de de convivencia social) no por miedo a un castigo, sino porque son eso: acuerdos establecidos; si no estoy de acuerdo con ellos no se vale no cumplirlos, sino enrolar y tomar acción para cambiarlos.
Un acuerdo es un acuerdo y nuestra palabra, quienes somos, va empeñada en cada uno de ellos. como individuos y al sumarlos, como sociedad. Cuando decimos que no pasa nada nos estamos engañándonos, quieres ver los resultados, echa un vistazo a tu alrededor.
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